“Configuraciones del sujeto”


Agustina Garrido.
2017

El hombre ocupa una posición peculiar dentro del reino animal,  no posee  ambiente específico de su especie firmemente estructurado por la organización de sus propios instintos. Todos los animales no humanos viven en mundos cerrados, cuyas estructuras están predeterminadas por el capital biológico de las diversas especies animales. Por contraste, las relaciones del hombre con su ambiente se caracterizan por su apertura del mundo. Esto no significa que no existen limitaciones determinadas biológicamente para las relaciones del hombre con su ambiente, el equipo sensorial y motor específico de su especie imponer limitaciones obvias a la gama de sus posibilidades. La organización de los instintos del hombre puede calificarse de subdesarrollada si se la compara con la de los demás mamíferos superiores.
Por supuesto que el hombre tiene impulsos, pero ellos son sumamente inespecíficos y carentes de dirección, esto significa que el organismo humano es capaz de aplicar el equipo de que está dotado por su constitución interna a un campo de actividades muy amplio y que además varía y se diversifica constantemente. A su vez el período fetal del ser humano se extiende más o menos hasta el primer año de vida, ciertos desarrollos importantes del organismo en la criatura humana se producen después de separarse del seno materno. Cuando eso sucede  la criatura humana ya no sólo se halla en el mundo exterior sino también interrelacionados con él de diversas maneras complejas. El organismo humano aun se sigue desarrollando biológicamente cuando se ha entablado relación con su ambiente. El proceso por el cual se llega a ser hombre se producen en interrelación con un ambiente. Este enunciado posee  significación si se piensa que dicho ambiente es tanto natural como humano, ósea,  el ser humano en proceso se desarrolla se interrelaciona no sólo con un ambiente natural determinado, sino también con un orden cultural y social específico, mediatizado para él por los otros significantes a cuyo cargo se haya. La supervivencia de la criatura humana depende de ciertos ordenamientos sociales, también la dirección del desarrollo del organismo está socialmente determinada. El organismo humano manifiesta una enorme plasticidad en su reacción ante las fuerzas ambientales que operan sobre él, la flexibilidad de la constitución biológica del hombre cuando está sometido a una variedad de determinaciones socioculturales afirmar que las maneras de ser y de llegar a ser hombres son tan numerosas como las culturas del hombre. Es más significativo decir que el hombre construye su propia naturaleza o más sencillamente que el hombre se produce a sí mismo.  
A su vez otra diferencia importante del humano respecto al mundo animal radica en que parece imposible establecer que haya animales que dispongan de un modo de expresión que tenga los caracteres y las funciones del lenguaje humano. Las condiciones fundamentales de una comunicación propiamente lingüística parecen faltar en los animales, sí se observan modos de comunicación, como en las abejas que son capaces de producir y comprender un verdadero mensaje que encierra varios datos, pueden registrar relaciones de posición y distancia, pueden conservar las memoria y pueden comunicarlas simbolizándolas por diversos  de comportamientos somáticos. El hecho notable es que manifiesten actitud para simbolizar, hay ciertamente correspondencia convencional entre su comportamiento y el dato que traduce. Hasta aquí encontramos en las abejas las condiciones mínimas sin las que ningún lenguaje es posible, la capacidad de formular e interpretar un signo que remite a cierta realidad, la memoria de la experiencia y la aptitud para descomponerla. Estos procedimientos ponen en juego un simbolismo verdadero por el cual datos objetivos son traspuestos a gestos formalizados.
Este sistema simbólico se ve de forma más profunda y marcada en los hombres. Entre el sistema receptor y efector  de estos, hallamos cómo eslabón intermedio el sistema simbólico que transforma la totalidad de la vida humana. Comparado con los demás animales el hombre no sólo vive en una realidad más amplia, sino, por decirlo así en una nueva dimensión de la realidad, existe una diferencia innegable entre las reacciones orgánicas y las respuestas humanas. En el primer caso se da una respuesta directa e inmediatas a el estímulo externo, en el segundo la respuestas es demorada, es interrumpida y retardada por un proceso lento y complicado de pensamiento. El hombre ya no vive solamente en un puro universo físico sino en un universo simbólico. El hombre no puede enfrentarse ya con la realidad de un modo inmediato, la realidad física parece retroceder en la misma proporción que avanza su actividad simbólica.
Este universo simbólico inicia en el momento en que se produce su gestación, con la sombra hablada y posteriormente con la función materna y  paterna, con quienes el niño entablara relaciones particulares. Con quien cumpla la función materna se producirá el apego, un lazo emocional intimo y determinado como un componente básico de la naturaleza humana. Esta relación existe por un derecho propio y tiene una función propia y clave para la supervivencia, es decir, de protección. Esta relación se mantendrá a lo largo de toda la vida, pero variando contantemente.

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